YOGA INDRA

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A partir de el año 2020, estamos desarrollando Indra Devi International, Yoga Virtual School, dedicado a los cursos a distancia y clases online en habla hispana.

YOGA & AYURVEDA by Gita Desai
28/07/2025

YOGA & AYURVEDA by Gita Desai

Explore ancient India’s wisdom through 3 powerful films on Yoga, Ayurveda & Raga. A trilogy of sacred teachings for seekers, educators & healers.

MI MEJOR AMIGO HOY SALVO MI VIDA. El amigo que había abofeteado y salvado a su mejor amigo preguntó:- Cuando hice algo c...
20/07/2025

MI MEJOR AMIGO HOY SALVO MI VIDA.

El amigo que había abofeteado y salvado a su mejor amigo preguntó:
- Cuando hice algo contra ti lo escribiste en la arena y ahora lo haces en una piedra. ¿Porqué?

El otro amigo le respondió:
- Cuando alguien nos lastima debemos escribirlo en la arena donde los vientos del perdón puedan borrarlo. Pero cuando alguien hace algo bueno por nosotros, debemos grabarlo en piedra donde ningún viento pueda borrarlo y todos puedan verlo."

FELIZ DIA DEL AMIGO!!!

Extractado del libro “ Con los Pies en la Tierra y el Corazón en el Cielo” de David Lifar.

10/07/2025
MATAJI NOS CUENTA:“TENGO QUE IR A LA INDIA”Estaba yo comiendo con una amiga que acababa de llegar de Europa a Bombay (19...
08/07/2025

MATAJI NOS CUENTA:
“TENGO QUE IR A LA INDIA”
Estaba yo comiendo con una amiga que acababa de llegar de Europa a Bombay (1931). La India se le presentaba como la novedad más intrigante y excitante, exactamente como se me había presentado a mí cuatro años antes, cuando llegué allá por primera vez.

—¿Ha visto el campamento de los yoguis en la playa de Chowpatty? —me preguntó al enterarse del interés que me despertaba todo lo relativo a la India—. Llegaron ayer y he de confesarle que me muero de curiosidad por verlos más de cerca. ¿Por qué no vamos allá esta misma noche? —me insistía, con la esperanza de que yo no la dejaría plantada como lo habían hecho otras amistades suyas, quienes le habían advertido que era sencillamente una locura mezclarse con el gentío de la India, una de las cosas que a toda
costa debía evitar cualquier “mujer blanca” visitante de la India.

Aquella tarde anduvimos vagando por entre filas de sombrillas en forma de hongo clavadas en la tierra, debajo de cada una de las cuales se sentaba un hombre. Esta gente extraña, casi completamente desnuda, con los rostros y los cuerpos cubiertos de ceniza, parecía un grupo de cómicos o de acróbatas en atuendo gris y maquillaje oscuro. Sus fantásticos peinados eran como
enormes nidos de pájaros colocados sobre sus cabezas y parecían rígidas pelucas, amarillentas por el estiércol de vaca que las empastaba. Siendo buenos fanáticos religiosos, una gran parte de la muchedumbre india los respetaba como a personas sagradas.
—¡Oh, mire! —exclamó mi amiga, entusiasmada y señalándome a uno de aquellos varones que estaba tranquilamente erguido y vertical sobre su cabeza.
—Pero... ¿se puede saber para qué está haciendo eso? — pregunté
extrañada.
—Para agradar a Dios —contestó uno que pescó al vuelo mi pregunta.
No pude menos de comentar con cierta ironía esta idea extraordinaria de tratar de agradar al Maestro Celestial, y confesé que mi idea de los yoguis hindúes era completamente distinta.
—Pero ocurre que estos no son verdaderos yoguis —exclamó con
desdén un joven que formaba parte de un grupo de estudiantes—. Estos sucios mercenarios, falsificadores y farsantes. Lo único que hacen es destruir el prestigio de la India ante forasteros como ellos. Hacen exhibición de toda clase de prácticas estrafalarias para atraer la curiosidad de los turistas, quienes les abren sus bolsos, o bien posan como hombres santos ante nuestras multitudes ignorantes, las cuales los adoran y alimentan.
Estos sadhus lo único que hacen es embaucar al público, sirviéndose de ciertas prácticas del yoga. Un auténtico yogui jamás haría por dinero una exhibición de sus poderes ni se jactaría de poseerlos —concluyó el joven en tono indignado. Cuando volvíamos a casa, después de media hora de estar entre los sadhus que llenaban la playa, volvimos a ver al mismo hombre que
seguía cabeza abajo en absoluta inmovilidad. Hubiese o no hubiese trampa y engaño, lo cierto es que yo estaba francamente impresionada.
Al parecer, el gobierno británico estaba siendo esta vez muy benigno con ellos y les permitió acampar durante dos semanas en el centro mismo de la ciudad, con la esperanza de que estos “hombres santos” reavivaran el sentimiento religioso de las masas y las apartaran de seguir el movimiento de Gandhi, que iba progresando día tras día.
Estos sadhus acababan de volver de Nasik, una ciudad de las cercanías, en donde habían participado en un festival religioso. Habían conseguido allí un permiso especial que los autorizaba a caminar desnudos en medio de la procesión que se celebraba en el templo, según los antiguos ritos. Sin embargo, se entendía que este desfile debía haberse celebrado por la noche.
Los oficiales del orden público estimaban que la desnudez de sus cuerpos oscuros apenas se percibiría en la noche. Pero los hindúes habían sido más listos que ellos y llevaron enormes lámparas de acetileno a lo largo de la ruta de la procesión y convirtieron la noche en día.
Los periódicos informaron que el frenesí religioso de la multitud
había alcanzado tal nivel de exaltación que hubo muchos individuos que perecieron pisoteados por querer acercarse demasiado a estos “hombres santos”, con objeto de tocarlos físicamente para adquirir buena suerte, según creían.
Al día siguiente de nuestra excursión al campamento sadhu, alguien
me dio un libro escrito por el yogui Ramacharaka. Despertó en mí cierta afinidad familiar en cuanto empecé a leerlo. Hice lo posible por recordar cuándo y dónde había oído antes aquellas palabras. De pronto me sentí transportada en alas de la memoria a los años anteriores a la revolución moscovita. Me vi trepada en una pequeña silla de brazos, escuchando boquiabierta a un amigo que me estaba leyendo en voz alta páginas de un libro cuyo aspecto había atraído mi atención al verlo en su biblioteca. Se trataba de una traducción rusa de las Cuarenta lecciones sobre filosofía yogui y
ocultismo oriental. Estas palabras me llevaron a otro mundo completamente nuevo y, sin embargo, extrañamente familiar e íntimo.
—¡Yoga! ¡India! —exclamé en voz alta con el corazón palpitante—
¡Tengo que ir a la India!

Extracto tomado del libro “POR SIEMPRE JOVEN POR SIEMPRE SANO “ de Indra Devi -Colección Walkiria.-Editorial Del Fondo

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04/07/2025

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01/07/2025

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28/06/2025

El yoga da una considerable importancia a nuestra relación con el universo. Por eso, enseña una forma de respirar diferente de la ordinaria, una respiración que sea el reflejo de nuestra actitud mientras la estamos ejecutando. Esta actitud es de devoción, o sea, de acatamiento a la comunión con el Todo, y debe mantenerse todo el tiempo que dure la respiración profunda.

He hecho veinticuatro viajes a la India para ver a Sai Baba, pero eso es motivo para otro libro. En abril de 1982, Mónic...
27/06/2025

He hecho veinticuatro viajes a la India para ver a Sai Baba, pero eso es motivo para otro libro. En abril de 1982, Mónica Socolovsky, del Centro de Sai Baba, me invitó a dar una conferencia y un seminario en Buenos Aires. Era esta la primera vez que pisaba tierra argentina. El recibimiento de la gente fue muy emocionante.
Por primera vez en mi vida, toda la sala se acercó a besarme al finalizar la
conferencia. Y ese fenómeno sigue repitiéndose en todas mis charlas.
La entusiasta recepción del público, sumada a la cálida hospitalidad de la familia Baldi — que eran mis anfitriones en este país— y la necesidad espiritual que yo veía en la gente, me motivaron a regresar a Buenos Aires todos los años.
Un poco antes de la Navidad de 1984 se produjo el fallecimiento de mi esposo, en Sri Lanka.
En ese momento me sentí totalmente sola. Pero también totalmente libre.
Entonces, tomé la decisión de venirme a la Argentina, convencida de que la gente de este país necesitaba algo de lo que yo podía dar.
Todas mis conferencias siempre atrajeron mucho público. Encontré que el hambre espiritual en este lugar es más pronunciada que en cualquier otro país que visité antes.
Por eso lo elegí como residencia definitiva, a pesar de poder viajar a cualquier parte del mundo y de las unánimes protestas de todos mis amigos y alumnos de la India y de California: ellos no podían entender por qué decidí irme a un país tan lejano, donde no tenía nada, dejando una casa grande y hermosa, con todas sus comodidades.
El 15 de febrero de 1985
vine a la Argentina para radicarme definitivamente.
Además de lo que me dictaba mi voz interior y la predicción de dos videntes que anunciaron mi venida a la Argentina, había otros factores que me motivaron a tomar esta determinación. Como el pedido de Piero, cantautor de música popular, para trabajar con él en su proyecto de Las Buenas Ondas. La idea consistía en organizar y canalizar la energía de la juventud en propuestas de servicio a la comunidad y autoabastecimiento, evitando así que los jóvenes ocupasen su tiempo en las dr**as o la delincuencia. Trabajar con gente joven y ayudar a desarrollar su aspecto físico, mental y espiritual fue una idea que me alegró muchísimo.
Observé también que existía una gran necesidad por el aprendizaje del yoga en este país. Y encontré que no solo en el interior de la Argentina existe una labor muy importante para hacer.
Esas fueron razones muy importantes para mí y determinaron que me mudase a la Argentina. Comencé a dar clases en lugares alquilados hasta que, por último, compramos un estudio en la calle Azcuénaga 762. En ese lugar creamos en el año 1987 la primera sede, gracias al empuje y la pasión de lana y David Lifar. Ellos, como directores de la Fundación Indra Devi, continuarán, cuando yo salga de este plano, el trabajo que inicié allá por 1939 en China, cuando abrí mi primera escuela de yoga.
Extractado del libro “ POR SIEMPRE JOVEN POR SIEMPRE SANO” de INDRA DEVI, colección Walkiria. DelFondo editores
PD: hoy la enseñanza continua a través de Indra Devi International (http://indradevi-international.net.ar) y de todos los instructores que cursaron dichos estudios en nuestras instituciones.

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