26/11/2025
En los años 50, cada niño de preescolar conocía el mismo ritual:
los crayones al lado, las luces bajitas y el suave murmullo de un disco girando en la sala.
La siesta no era un descanso: era parte del aprendizaje.
Las maestras caminaban entre los colchoncitos de puntillas y susurraban:
“Cierra los ojos.”
Los niños descansaban, soñaban o simplemente miraban cómo los rayos del sol bailaban en el techo.
Y sin darse cuenta, aprendían algo que hoy hemos olvidado:
el descanso también educa.
Luego llegaron las pruebas.
La “preparación escolar”.
La carrera por adelantarse.
En los años 80, las siestas desaparecieron.
Los colchones se guardaron.
Las luces quedaron encendidas.
Hoy, los niños de cinco años pasan más tiempo en actividades estructuradas que los alumnos de tercer grado en los años 50.
Sin pausas.
Sin calma.
Sin un momento para simplemente ser.
Y luego nos preguntamos por qué están ansiosos.
Quizá sea hora de recordar lo que antes sabían todas las maestras:
no creces solo cuando corres.
También creces en la quietud.
Incluso los niños mayores —y a veces los adultos— necesitan un momento de siesta. 🌿✨