
30/04/2024
🦋 EL MAGO
- ¿Qué es lo que deseas, muchacho? - preguntó la bruja observando a Harold con atención.
- Necesito tu ayuda - respondió el joven con apenas un hilo de voz. - Mi prima Valentina está muy enferma y no hay cura para su mal. He oído hablar de tus habilidades y aunque no tengo dinero, estoy dispuesto a pagar cualquier precio por salvarla.
La bruja entrecerró los ojos, evaluando al joven ante ella. - No hables a la ligera, chiquillo, pues para salvar una vida, otra debe ser entregada - declaró con avidez.
Harold rió para sí mismo como si las palabras de la bruja fueran un chiste mal contado, recordando el día en que su mundo se desmoronó, cuando la enfermedad arrebató a sus padres de su lado y lo dejó solo en el mundo. Fue entonces cuando sus tíos, con aires de falsa benevolencia, lo acogieron en su casa.
Pero esa generosidad era solo una fachada. El joven huérfano pronto descubrió que su nueva vida sería una pesadilla. Sus tíos lo trataban como a un sirviente, un estorbo en su refinado hogar. Lo relegaban al sótano, donde el frío se colaba entre los muros de piedra y el hambre era su compañera constante. Solo su prima Valentina le mostraba compasión.
Valentina era su ángel guardián. Robaba comida para él y lo reconfortaba en sus momentos de desesperación. Pero ahora, la misma enfermedad que había arrebatado a sus padres amenazaba con llevarse también a su prima. Harold no podía permitirlo.
Temblando de frío en su rincón del sótano, recordó las historias que había oído en su niñez sobre la bruja que vivía en lo más profundo del bosque, al norte de la ciudad. Una bruja capaz de realizar milagros que desafiaban a los médicos más prestigiosos, pero cuyos servicios tenían un precio que pocos estaban dispuestos a pagar.
- ¿Y bien? ¿Estás dispuesto a hacer ese sacrificio? - Preguntó la bruja sacándolo de su ensimismamiento.
Harold apretó los dientes y asintió con decisión. - Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa. Total - pensó - sin Valentina, él habría mu**to hace tiempo y si ella fallecía, no tardaría en seguir sus pasos, pero si él moría primero, quizá su sacrificio serviría de algo.
Con un gesto lento, la bruja sacó un frasco de su bolsa. - Entonces toma esto y llénalo con el agua de esa tinaja - dijo, entregándole el pequeño recipiente de cristal. Cuando lo hubo llenado, la bruja se lo arrebató y, clavándole las uñas cerca del corazón, extrajo de él un pequeño hilo dorado que introdujo en el agua de lluvia. Tendiéndoselo de nuevo, le dijo: - Cuando tu prima beba de esto, sanará. Pero recuerda, el precio debe ser pagado.
Con el frasco en la mano, Harold regresó a casa y en silencio se coló en la habitación de su prima. Vertió el contenido en sus labios con la esperanza en el corazón. Pero su acción no pasó desapercibida.
- ¡¿Qué estás haciendo aquí?! exclamó su tío, irrumpiendo en la habitación con furia. Un destello de comprensión brilló en sus ojos al malinterpretar la escena. - ¡Has sido tú, malnacido! Has estado envenenando a mi pobre Valentina.
- No, tío, por favor escúchame, suplicó Harold, retrocediendo ante la ira de su pariente. Esto es para curarla, lo juro.
Su tío lo golpeó con fuerza, ignorando sus palabras.
- ¡Basta de mentiras! ¡Voy a matarte por esto!
El hombre, cegado por la ira, arremetió contra Harold con una brutalidad despiadada.
- ¡Has sido tú, ma***to ingrato! vociferaba entre golpes.
Con el rostro ensangrentado y los huesos machacados bajo el impacto de los golpes, Harold yacía inerte en el suelo, su aliento apenas perceptible fue desapareciendo, pero una sonrisa afloró a su rostro. El precio había sido pagado, para salvar una vida otra debe ser entregada. Entonces los golpes dejaron de doler y se dejó arrastrar al lugar más allá del tiempo donde sabía que sus padres lo estaban esperando
Epílogo.
La débil luz del amanecer se filtraba por las rendijas de la choza, iluminando débilmente el rostro arrugado de la anciana.
La bruja observaba con curiosidad al, apenas consciente, muchacho que yacía en su jergón. - - Te encontré tirado en el bosque,- dijo la mujer para romper el silencio -Seguramente los criados de tu tío te dejaron allí para deshacerse de ti-
Harold se incorporó lentamente, sintiendo el dolor punzante en cada músculo de su cuerpo. -Pero... ¿cómo es que sigo vivo?- preguntó con incredulidad.
La bruja le sonrió, revelando un par de dientes amarillentos. - ¿Por qué no ibas a estarlo? El precio era entregarme tu vida, nadie dijo que tuvieras que morir,- explicó.
El joven contempló sus manos temblorosas, asimilando lentamente las palabras de la bruja. -¿Y ahora qué?-
La anciana se levantó con dificultad, apoyándose en su bastón. -Ahora tu vida me pertenece y serás mi aprendiz,- anunció con solemnidad. -Aprenderás los secretos de la magia y servirás a aquellos que necesitan nuestra ayuda.-
La anciana se levantó con un crujir de huesos y acercándole una poción para el dolor, le susurró al chico. - Me temo que Harold no es un buen nombre para un mago, creo que a partir de ahora te llamaré … MERLÍN.