
29/05/2024
Desde siempre me ha apasionado la historia, comprender cómo vivían y pensaban las civilizaciones antiguas. Sin embargo, mi perspectiva cambió radicalmente tras iniciar mi carrera en Psicología y escuchar la canción “El día que Artigas se emborrachó” del Cuarteto de Nos. Fue entonces cuando descubrí la historicidad, una disciplina que implica la evaluación crítica de la evidencia histórica para determinar la precisión y confiabilidad de la narración de eventos específicos. La historicidad nos invita a cuestionar y examinar las fuentes, la credibilidad de los testigos y la consistencia de los relatos históricos. En la actualidad, evito tomar los hechos históricos como verdades absolutas, sino como construcciones socioculturales. No sorprende que surjan frases como: “La historia la escriben los vencedores.” - Winston Churchill “La historia se repite, primero como tragedia, luego como farsa.” - Karl Marx “La historia es una galería de cuadros en la que hay pocos originales y muchas copias.” - Alexis de Tocqueville “La historia no es un conjunto de hechos, sino una interpretación de los mismos.” Estas reflexiones son cruciales para la psicología. Nuestra identidad como seres humanos, nuestra forma de pensar y actuar, se construye a partir de la historia: la historia cultural, social, familiar y personal. Al igual que en la historia, la construcción psíquica suele carecer de un proceso crítico de historicidad. De ahí que perpetuemos patrones de conducta basados en interpretaciones dudosas de los hechos. Pensamos y actuamos de formas que, muchas veces, carecen de lógica, simplemente por repetir lo que se nos ha transmitido, convencidos de que somos inmutables. Además, la distorsión mental de nuestras experiencias es considerable, ya que solemos llenar los vacíos de memoria con imaginación. Por este motivo, siempre explico a mis pacientes la importancia de revisar el pasado. Es posible que conserven hasta hoy pensamientos, actitudes o costumbres basadas en información obsoleta.