23/05/2025
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🚨🤷🏻♀️No se pierde lo que nunca ha existido. 🤷🏻♀️🚨 La virginidad ha sido utilizada como un concepto para controlar y definir el valor de las mujeres dentro de la sociedad. Se ha presentado como un estado puro y necesario antes del matrimonio, convirtiéndolo en un símbolo de moralidad, castidad y respeto. Sin embargo, al analizarlo desde una perspectiva crítica, nos damos cuenta de que la virginidad es una construcción social, un mito que ha servido para restringir la autonomía de las mujeres y perpetuar la desigualdad de género. La idea de “perder” la virginidad implica que algo se ha quitado, que hay una transformación irreversible y que el cuerpo de la mujer cambia para siempre tras un primer encuentro sexual. Esta noción es problemática porque establece una narrativa de posesión y control, donde la sexualidad femenina no le pertenece a la mujer, sino que es regulada por expectativas externas. Desde el punto de vista médico y biológico, la virginidad no es un concepto medible. La existencia del himen como prueba de virginidad ha sido desmontada por la ciencia, ya que su estructura varía de persona a persona, puede romperse por múltiples razones ajenas al s**o y, en muchos casos, no se presenta de manera visible. Aun así, se mantiene como una prueba injusta para juzgar la vida sexual de las mujeres, mientras que la sexualidad de los hombres rara vez es sometida al mismo escrutinio. No se pierde lo que nunca ha existido. La virginidad no es un objeto, ni un estado físico, ni algo que pueda determinar el valor de alguien. Lo que realmente sucede es el inicio de la vida sexual, una experiencia personal que debería estar basada en el consentimiento, el respeto y la autonomía.