HISTORIA DEL TEATRO ATENEO DE MARACAY
Para hablar sobre la historia y significado del Teatro Ateneo de Maracay como espacio cultural por más de ocho décadas y media que lleva en funcionamiento, es necesario empezar por detallar cada uno de los elementos que conforman su estructura. Aquellas características de forma y fondo que con el pasar de los años, al igual que su imagen, han venido cambiando
bien sea por objetivos de algunos grupos de poder o por simple sinergia con su entorno. La resolución 622 decretada por el presidente de la república Juan Vicente Gómez en octubre de 1922 y que se materializaría un año más tarde, dio inicio formal a la construcción del Teatro Maracay como se llamó en un principio. Con diseño del ingeniero y también doctor Ricardo Razetti, la obra supervisada por su colega merideño Epifanio Balsa Dávila pretende, desde sus inicios, ser el escenario por excelencia para presentar las famosas zarzuelas, proyecciones de algunas piezas cinematográficas, conciertos, obras de teatro, entre otras expresiones artísticas propias de la época. Con una inversión de más de 24.000 bolívares hecha por Banco de Venezuela, se determina el lugar idóneo para realizar las excavaciones y se inicia la siembra de las placas, cuyo origen según la versión popular radica en el continente Europeo. Al avanzar la edificación del Teatro, cada paso obedecía a lo especificado en los planos elaborados por Razetti, aprobados además por la cartera del poder ejecutivo a la que se le atribuían este tipo de tareas. Al culminar la edificación del teatro las 700 butacas iníciales distribuidas en 220 en el patio, 126 en el balcón, 23 en el palco presidencial, 42 en los palcos laterales, 16 en los palcos reservados, 73 en los pasillos y 200 en galería, le parecieron al Benemérito Juan Vicente Gómez insuficientes y escasas para sus propósitos culturales. Un singular enrejado que segmentaba el palco presidencial del resto de las partes de la sala, seccionó posteriormente el foso de la orquesta de la platea y los laterales. Arabescos insignes que formaban junto al decorado de las columnas interiores y exteriores y al arte floral de la cornisa sobre el escenario, en el techo y como inicio de la cabecera del espejo del foyer, un patrón que se repetía en cada detalle arquitectónico de la estructura. Pese las defraudadas ambiciones de Gómez, una parte de significados y significantes comenzaron a surgir desde los detalles arquitectónicos. Por ejemplo 2 de las 24 lámparas de bronce que se idearon para dar luz y calidez en el interior, ubicadas discretamente en el foyer, poseen las caras representativas de las artes escénicas griegas: la comedia y la tragedia. Las partes utilitarias como los 54 ventanales que inicialmente sirvieron para permitir la entrada de aire y luz solar fueron desapareciendo sólo en el interior, dando origen así a una atmósfera más intima a quienes como público o artistas daban vida a los espacios del teatro. Luego de la muerte del Benemérito en 1935, el espacio cierra sus puertas momentáneamente para después dar origen, entre 1936 y 1950, a una abultada programación cultural en la que individualidades y colectivos musicales del exterior poco chance dejaban a los talentos locales. No más de una década transcurrió para que intérpretes de las artes escénicas se empoderaran del escenario. Durante los años 60 y 70 colectivos como el del Teatro Universitario de la Facultad de agronomía de la Universidad Central de Venezuela, núcleo Maracay, e icónicas individualidades del mundo teatral como José Ignacio Cabrujas, Rodolfo Santana, entre otros, compartieron con el público aragüeño sus propuestas artísticas. Finalizando los años 70 ocurre un nuevo cese de las actividades. Versiones populares aseguran que se trató de una censura del sector gubernamental al no compartir, con los hacedores de arte, algunos mensajes político-ideológicos planteados en el escenario. En la década siguiente nuevas remodelaciones se llevan a cabo para mantener óptimos los espacios del TAM y con éstas otro cese en las actividades. Tramoyas Humanas
Aunque los registros suelen ser poco exactos con la cantidad de personas que formaban parte del no muy numeroso equipo de trabajo del Teatro Ateneo de Maracay, hay quienes por labor cultural o esmerado trato con el público han pasado a formar parte del valor patrimonial de este espacio. Alexis Amador, trabajador que ofreció un servicio humanizado; Roger Rodríguez, una de las piezas fundamentales en el periodo de la última remodelación en 1994; Carlos Javier Sarmiento, parte del equipo que inició la fundación Teatro Ateneo de Maracay, Santiago Otero (1995), Miriam Ríos y Carlos Dimeo a cargo de la presidencia de la fundación en períodos distintos cada uno y personajes como Enrico Terentin, hombre cuyo nombre es también el del foyer, como un gesto reivindicativo a quien se le atribuye un amor tangible por la cultura y por los espacios del popularmente conocido TAM, dejaron también su huella en esta trinchera de construcción social. Si Mahoma no va al teatro…
Tres remodelaciones fueron insuficientes para mantener las puertas abiertas al público. Es así como durante el período de 1991 a 1995 cesan las actividades culturales. En 1996 el tiempo de pausa permite el paso a innovadores cambios de forma y fondo, como la sustitución de las graderías populares por oficinas administrativas, el sótano por camerinos, el techo optimizado pero sin el decorado original, 262 butacas y el nacimiento de la figura jurídica de la Fundación Teatro Ateneo de Maracay. Con esta se estrena además un organigrama y una junta directiva que se encargarían de echar a andar, de nuevo, el ansiado cronograma cultural. Es luego de esta reapertura cuando surgen nuevas ideas para acortar las distancias entre el TAM y el pueblo. Esperanza León, Santiago Otero y colaboradores y amantes de las expresiones artísticas evidenciaron la preocupación de captar nuevos públicos, surgiendo así la propuesta de trabajar con presentaciones a la intemperie en un espacio abierto ubicado en uno de los laterales de la fachada del Teatro y que años más tarde se conocería como calle libre. Este escenario no convencional atrajo la atención de quienes por rutina o simple causalidad caminaban o manejaban cerca del TAM. Violeta Fonseca en la producción artística, Rafael Ángel Alfonzo y Mariozzi Carmona (2003) como directores de este patrimonio aragüeño también se preocuparon en mantener activa la programación artística en los espacios de sala y calle libre del teatro. Presentando de manera alternada, combinada y conjunta actividades en ambas modalidades escénicas. Desde su más reciente apertura también comenzó a llevarse un registro no sólo de las actividades sino también de la cantidad de público asistente a cada una de ellas, mostrando un incremento notable que podría conducir a determinar el también ascendente interés del público por las propuestas culturales ofrecidas. Por ejemplo en el año 1996 se realizaron 65 funciones y hubo un total de 5.003 personas asistentes. Una década más tarde en el año 2006 se ofrecieron 262 funciones, con un total de 34.003 personas asistentes. Cultura desde y con el pueblo
El número no sólo ha ido en aumento, pues desde la llegada de la revolución bolivariana al estado Aragua en el año 2009 y quedando la dirección del TAM en manos del cantante y cultor Henrry Quintero, obedeciendo además las políticas culturales que promueve el proceso de cambio, las propuestas escénicas se han diversificado. Ya no sólo las bellas artes sino también las manifestaciones populares, las expresiones tradicionales y con pertinencia folklórica han tenido espacio y prioridad en la programación mensual. Bajo revolucionarios planteamientos ideológicos el TAM también comenzó a generar nuevas maneras de hacer contacto con el pueblo al que tributa su existencia y funcionamiento. Desde la prestación de sus espacios para la realización de foros, encuentros formativos y de saberes, hasta el uso de las nuevas tecnologías como el correo electrónico, la página web y la implementación de las redes sociales digitales como facebook y twitter han apostado a la integración de las comunidades a la parrilla programática. A finales de la primera década y comienzos de la segunda del siglo XXI, las actividades extramuros disminuyeron su frecuencia en calle libre, pero ahora se trasladan hasta las comunidades, en la cancha, plaza, colegio o vereda de aquel sector que durante mucho tiempo fue olvidado por las políticas culturales dirigidas sólo a las pequeñas élites. Comprender que el espacio cultural es también un espacio para la propuesta, elaboración e implementación de las dinámicas sociales es aún un reto que todos y todas debemos asumir.