18/01/2018                                                                            
                                    
                                                                            
                                            Por qué vamos a extrañar a Dolores O´Riordan
La conmoción mundial que ha producido la muerte inesperada, prematura y repentina de Dolores O'Riordan acentúa la sospecha de que Linger, Dreams, Just my imagination y demás grandes éxitos de estos Arándanos irlandeses figuran en las estanterías de muchos más hogares de quienes confiesan públicamente atesorar y apreciar esos álbumes. The Cranberries serán ya para siempre inviables sin la figura icónica y cautivadora de O'Riordan, coautora de la inmensa mayoría del repertorio, dueña de una voz característica entre miles y estupenda, dicho sea de paso, con la guitarra acústica. A O'Riordan quizá se la caricaturizó por sus excesos interpretativos de Zombie, símbolo por excelencia su segundo y más exitoso trabajo, No need to argue (1995), pero pocos estribillos quedaron en la historia de aquella década con tanto poder evocador como aquel berrido agónico y desmadrado.
La repercusión, con el conflicto norirlandés como telón de fondo argumental, fue abrumadora. Las ganas de cierta parte de la crítica por servir su venganza en plato frío, también. Por lo que cuentan, Dolores era una mujer algo desabrida en el trato personal. Y el éxito ajeno, como ya se ha comentado, lo encaja mal el común de los mortales. Cuando la estrella de The Cranberries declinó, O'Riordan debutó en solitario en 2007, ya en un sello independiente, con un disco de título quizá desdichado: Are you listening? 
Era cierto que, entre 1997 y 2002, los cuatro irlandeses publicaron tres elepés que ni de lejos hacían sombra a aquellos dos estupendos trabajos iniciales, pero también es verdad que tanto Everybody else is doing it, so why can’t we como No need to argue merecen hueco en cualquier discografía de un aficionado ecléctico, sagaz y desprejuiciado. Entre otras cosas, porque O'Riordan logró imprimir un aroma diferente y distinguido a ese pop acústico en femenino, de ingesta sencilla y elaboración cuidadosa, que representaron durante los ochenta bandas como 10,000 Maniacs o Everything But The Girl.
Aquella banda nunca brilló en el nuevo siglo como había hecho durante sus inicios, cierto. Pero no menos verdad es que Roses, su inesperado regreso de 2012, merece una segunda oportunidad evidente.  Roses incluía una de las piezas más adictivas del grupo, Tomorrow, que hoy resulta muy difícil de escuchar sin que su radiante estribillo (“Mañana podría ser demasiado tarde…”). No habrá ya mañana para Dolores O'Riordan, pero es evidente que mañana, y muchos días después de mañana, la seguiremos extrañando.