04/11/2025
El dolor que habla: una lectura psicoanalítica de lo que vivimos en Michoacán
En Michoacán, el dolor colectivo ha dejado de ser una excepción para volverse atmósfera. Lo que acontece no puede entenderse solo desde la política o la seguridad; exige una lectura más profunda, una que mire hacia el inconsciente de lo social.
Desde el psicoanálisis, podemos pensar que asistimos a un retorno de lo reprimido en la historia de nuestro país. Lo que se ha intentado negar —la injusticia estructural, el abandono institucional, la desigualdad, la impunidad— retorna de manera violenta, fragmentada, sin palabra. Lo que no pudo simbolizarse, se actúa.
La violencia no es solo un fenómeno externo: es también una manifestación del malestar en la cultura, de aquello que no encuentra lugar en la ley, en el límite, en el lazo. Cada acto de destrucción señala una fractura en el orden simbólico, una falla en el tejido que sostiene a la comunidad.
El psicoanálisis nos recuerda que cuando el dolor no puede ser elaborado, cuando no hay un Otro que escuche o contenga, el sujeto —o la sociedad— queda atrapado en la compulsión a la repetición. Lo traumático se repite, no porque se quiera, sino porque no se ha podido pensar.
Hoy, en Michoacán, el horror nos confronta con nuestra fragilidad psíquica y social. Nos enfrenta con la pérdida del sentido, con el riesgo de la indiferencia, con el vacío de palabra. Y sin embargo, pensar, escuchar, nombrar el sufrimiento, sigue siendo un acto de resistencia.
Nombrar el dolor no lo elimina, pero lo vuelve compartido. Lo saca del cuerpo y lo lleva al lenguaje. Lo transforma en posibilidad de duelo, en gesto de memoria, en punto de partida para un lazo distinto.
Desde el psicoanálisis, insistir en la palabra es insistir en la humanidad. Allí donde el acto violento borra al otro, la palabra puede restituirlo.
En medio de la barbarie, sostener el pensamiento es un acto ético. Porque solo lo que se piensa puede transformarse; lo que se calla, se repite.
— Asociación Psicoanalítica Michoacana