20/05/2025
𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐒𝐢́𝐦𝐛𝐨𝐥𝐨 𝐇𝐚𝐛𝐥𝐚: 𝐄𝐥 𝐄𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐬𝐚
En el corazón polvoriento de Tartagal, donde el sol juega a las escondidas entre los lapachos, una pregunta persistía en mi mente como la sombra ardiente del mediodía. ¿Por qué Santi, mi gran amigo, el de la risa contagiosa y los ojos brillantes como el cuarzo, me había obsequiado aquel pez tallado en la noble madera de algarrobo? No era una obra de arte elaborada, sino una figura simple, casi tosca, con la calidez terrosa de la madera aún palpable.
Recuerdo la tarde en que me lo entregó. Yo le había regalado un crucifijo humilde, en la aromática madera de palo santo. Su respuesta, envuelta en su habitual picardía, fue un eco que resonaba aún en mi memoria: "Bueno, vos me regalaste un crucifijo de palo santo, es como si fuera un trueque", dijo con una sonrisa picaresca.
Pero mi curiosidad era un aguijón constante. "¿Pero qué significa?", insistí, esperando una de sus explicaciones ingeniosas y reveladoras. Él simplemente negó con la cabeza, sus ojos centelleando un gran misterio juguetón. "Con el tiempo lo vas a saber", fue su enigmática respuesta. Solía ser así, amable incluso en sus bromas, dejando pequeñas semillas de intriga para que germinaran en mi mente.
Los días se deslizaron en semanas, las semanas en meses, y yo esperaba, con una certeza ingenua de mi paciencia, que en cualquier momento Santi desvelaría el secreto de aquel pez de madera. Pero el destino, caprichoso e implacable, tenía otros planes. Un silencio frío y definitivo se abatió sobre nuestras charlas, sobre sus risas, sobre su presencia misma. Santi se fue, dejando tras de sí un vacío imborrable y un pez de algarrobo colgado en mi pared, mudo testigo de una promesa incumplida.
Cinco años han transcurrido desde entonces. Cinco años en los que la vida ha tejido su intrincada red de alegrías y tristezas. Pero mi mirada siempre vuelve a ese rincón de la pared, donde el pez de algarrobo parece flotar en el tiempo. Sus líneas sencillas, su textura cálida, evocan la presencia ausente de mi amigo. Y la pregunta persiste, tozuda como una sombra al mediodía: ¿qué quería decirme Santi? ¿Qué secreto encerraba este humilde obsequio?
Un día, hojeando viejos libros en mi biblioteca polvorienta, mis ojos tropezaron con una imagen peculiar: un pez, estilizado, casi un símbolo abstracto. La leyenda debajo decía Ichthys, el antiguo símbolo secreto de los primeros cristianos. La curiosidad me picó como nunca antes. Investigué con avidez, desenterrando la historia fascinante de aquel signo clandestino. Descubrí el acróstico griego, la confesión de fe codificada en sus líneas: "Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador". Supe cómo los perseguidos lo trazaban en secreto para reconocerse, un susurro silencioso de esperanza en tiempos oscuros.
Una alegre nostalgia estalló en mi cuerpo. La pieza encajó con una precisión sorprendente. Santi... siempre tan reservado sobre sus creencias más profundas. ¿Podría ser que aquel pez de algarrobo no era un simple trueque, sino un mensaje silencioso, un tesoro de fe compartido en secreto?
Recordé sus palabras: "Con el tiempo lo vas a saber". No fue una broma, no fue una evasiva. Fue una promesa, una siembra paciente para que la verdad floreciera en su momento justo. Santi, mi amigo, el que compartía las mateadas, mis risas y mis silencios, me había legado mucho más que un objeto tallado en madera. Me había confiado un símbolo ancestral, un testimonio silencioso de su fe, un lazo invisible que trascendía la muerte.
Ahora, al mirar el pez de algarrobo en mi pared, ya no veo un enigma sin respuesta. Veo un legado, un recuerdo vivo de la profunda conexión que compartimos. Veo el símbolo de una fe que él atesoraba y que, en su peculiar manera, quiso compartir conmigo. El tesoro no era la madera en sí, sino el significado oculto, el secreto desvelado por el tiempo y la curiosidad. Y en ese descubrimiento, en esa comprensión tardía, siento la presencia de Santi a mi lado, sonriendo con aquella picardía amable que tanto extraño, sabiendo que, finalmente, he comprendido su silencioso y perdurable regalo.
𝑺𝒂𝒏𝒕𝒊𝒂𝒈𝒐 𝒇𝒂𝒍𝒍𝒆𝒄𝒊𝒐́ 𝒆𝒍 7 𝒅𝒆 𝒐𝒄𝒕𝒖𝒃𝒓𝒆 𝒅𝒆 2020