11/02/2021
El 7 de enero de 1844 nació en Lourdes, Francia, Marie Bernarde “Bernadette” Soubirous en la familia de un molinero. Se dice que la pequeña tenía un estado de salud muy delicado, pero a pesar de las enfermedades siguió creciendo en las campiñas de la ciudad pirenaica:
La vida de la pequeña transcurrió entre la desgracia y la pobreza. Era una época particularmente dura en Francia: los malos tiempos hicieron que muchas cosechas se perdieran, lo que llevo al cierre del molino en el que vivía la familia.
El 11 de febrero de 1858 la pequeña recibió las revelaciones de la Virgen en una pequeña gruta conocida como Massabielle. La pequeña vio a una joven (a la que llamaba “Aquella”: Aquerò) que la invitó a rezar con ella. Bernadette volvería a encontrarse con esta joven en muchas ocasiones, y comenzaría a causar polémica en la población cuando contara a los demás sobre las apariciones.
Tras varias visitas (algunas acompañada de otras personas) la mujer finalmente se presentó a la pequeña como La Inmaculada Concepción. Aquel mismo día ante varias personas la pequeña sostuvo un cirio encendido que se consumió y quemó su piel por más de 15 minutos sin que ella sufriera daño alguno. Entre los testigos había un médico, el Dr. Pierre Romaine, quien documentó el suceso detalladamente.
Cuando Bernadette habló de la Inmaculada Concepción comenzó a ser tomada más en serio: una joven analfabeta, de una extracción tan humilde, no tenía por qué conocer esos términos. Nuevos milagros vendrían, principalmente el hallazgo de un manantial señalado por la Virgen que supuestamente curaría muchas enfermedades. La muchacha después se uniría a un convento de las Hermanas de la Caridad de Nevers, donde moriría en abril 16 de 1879.
En el proceso diocesano (que pretendía revisar la “heroicidad” de sus acciones y virtudes” las autoridades eclesiásticas fueron a buscar el cuerpo de la novicia. Al descubrirlo – algo ordinario en estos procesos – se encontraron con que el cuerpo estaba en perfecto estado de conservación. Esto ocurrió en 1908, 29 años después de su muerte: el crucifijo y el rosario que llevaba en sus manos mostraban el óxido, producto del paso del tiempo, pero su cuerpo permanecía como el primer día.
Casi 20 años más adelante comenzó el proceso para la beatificación de la santa católica. En 1925 su cuerpo se exhumó por segunda vez, encontrándolo en un estado muy semejante al anterior y apenas con algunas manchas en su piel. En esta ocasión se realizaron cubiertas de cera para su rostro y sus manos, que le fueron colocadas antes de su traslado al convento de San Gilard de Nevers. En la actualidad, su cuerpo se encuentra en exhibición en este lugar.