03/11/2016
El miedo a quedarse solo:
Cuando estás en armonía contigo mismo, la soledad es un privilegio.
El aspecto más negro de la soledad es la urgencia de estar con alguien, la necesidad de una persona que te ame y rellene tus huecos.
Por instinto creemos que sólo podremos sobrevivir en el mundo si nos cuidan física, material y emocionalmente. Cuando somos bebés el amor y el cuidado nos salvan y su ausencia nos asusta y nos hace sufrir.
El temor a quedarse solos nace de una “necesidad” que buscaremos satisfacer a lo largo de nuestra existencia: ser queridos infinita, permanente e incondicionalmente.
Cuando el amor, el aprecio, la ternura o el reconocimiento no llegan de la manera, en la intensidad o en el momento en que los esperamos, se instala en nosotros el miedo a no ser queribles, suficientes o valiosos.
Algunos buscarán esa confirmación a través de la aprobación constante de los demás, otros se quejarán y llorarán para llamar la atención, muchos se someterán a lo que se espera de ellos y otros tantos se aislarán para no enfrentarse a “la verdad” de que nadie los quiere.
Así creamos nuestra personalidad: un muro que nos protege, pero también nos aísla. Dando paso a nuestros aspectos más neuróticos y contradictorios.
Cuando amamos, crece en los dos una tendencia a abrirse y mostrarse tal cual somos. El amor rellena y sana los huecos de nuestra vulnerabilidad. Pero el miedo sigue ahí, amenazante, a veces oculto y otras frenando el amor.
Si no nos quitamos las máscaras y nos mostramos tal cual somos, no es posible el amor, pues el otro sólo amará un disfraz y tendremos la certeza de que si no nos conoce realmente no puede querernos.
Quitarse el disfraz es un riesgo, vivir y amar también lo son. Pero nada de eso es comparable al dolor de no conocer el amor. La vida no vale gran cosa sin él.
Todos nos hemos enamorado alguna vez del amor. A veces tenemos tantas ansias de amar que imaginamos en el otro lo que sea necesario para poder enamorarnos. Después, cuando conocemos a la persona real, caemos en la cuenta de que nos hemos enamorado de una fantasía.
Son amores inventados, vínculos imaginarios entre quien no soy y quien no eres. Son tan sólo la necesidad de creer que está sucediendo lo que buscábamos.
Al inicio de toda relación amorosa hay un período muy pasional donde se mezcla lo que imaginamos, lo que proyectamos y lo que somos realmente.
El enamoramiento es más una relación con nosotros mismos que con el otro, aunque elegimos a una persona para adjudicarle ese ideal.
Cuando nos deshacemos de la ilusión y la idea de lo que es el otro, comienza la posibilidad de que el amor suceda, porque el amor sólo se da entre 2 personas de carne y hueso y no entre 2 ilusiones.
Poder albergar las diferencias entre esa ilusión y la realidad es una de las cualidades del amor. Porque si el otro aceptase parecerse al papel que tú le adjudicas, acabarías y dejándolo. Nadie puede estar en pareja con una marioneta.
Las diferencias y la confrontación son mucho más necesarias de lo que parece. Os vais a amar sólo si sois quienes sois y os mostráis de esa manera.
Tu pareja es como un maestro que está contigo para enseñarte lo que te falta aprender.